Se trata, respectivamente, del general de brigada Carlos Alberto Presti; el contralmirante Carlos María Allievi; y el brigadier mayor Fernando Luis Mengo.
Los tres oficiales superiores cubren las jefaturas de sus fuerzas desde enero pasado y la promoción al grado inmediato superior tiene que ratificarse en la próxima sesión plenaria del cuerpo legislativo. También dio luz verde al ascenso de más de 300 oficiales superiores de las tres fuerzas.
Una novedad de alto voltaje recorrió despachos de la cúpula de la Armada y del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas .
La comisión de Acuerdos del Senado, que comanda la legisladora Guadalupe Tagliaferri (PRO) excluyó en el dictamen al contralmirante Juan Carlos Coré y al general de brigada Jorge Berredo. Se pudo reconstruir que ambos figuraban en la lista formal enviada por el Poder Ejecutivo .
El marino ocupa el cargo de comandante de Alistamiento y Adiestramiento y es el número 3 en la pirámide de la Armada; en tanto, el general Berredo ejerce de comandante Operacional del Estado Mayor Conjunto, una posición de alta responsabilidad operativa, también es el número 3 en la estructura que gestiona el brigadier general Xavier Isaac, titular del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas .
Zozobra e inquietud ganaron espacio a lo largo de la jornada del jueves al conocerse que ambos altos oficiales quedaron fuera de consideración para ascender, situación que los coloca en la puerta de salida de la actividad militar. Altas fuentes del Ministerio de Defensa dijeron desconocer los motivos del apartamiento de los dos oficiales superiores.
A la hora de los interrogantes es poco lo que trascendió sobre las posibles causas que determinaron la exclusión del tratamiento. Se blandieron argumentaciones del tipo «un error burocrático» en la transcripción. Demasiada coincidencia para dos posiciones en el tope de la orgánica castrense. No son desconocidos para un núcleo del Senado que tiene experiencia.
Fuentes internas mencionaron que el contralmirante Coré registra una denuncia que fue planteada ante el Ministerio de Defensa por maltrato y abuso de autoridad de personal civil de inteligencia. La cuestión se arrastra desde su anterior función como director general de Inteligencia de la Armada durante el Gobierno de Alberto Fernández.
Otro jalón negativo, de esos que suelen detonar en un área sensible como la Inteligencia, sería la supuesta participación ordenando tareas de análisis sobre un recurso estratégico como lo es el litio y que el resultado intelectual se habría tercerizado a una agencia de inteligencia extranjera. Todo bajo la presunta coordinación de la Dirección Nacional de Inteligencia Estratégica Militar del Ministerio de Defensa, entonces a cargo de Carlos Molina y quien fungía de segundo, Francisco Moliterno.
Rumores o certezas, los senadores obedecen a la fórmula: oportunidad, mérito y conveniencia que busca satisfacer de mejor modo el interés público, según su propio juicio.
Jorge Barredo quedó excluido de la posibilidad de ascenso.
La situación del general Berredo no tendría explicaciones que no sean las de condimento militar. Cumplió un ciclo como general de brigada y, en rigor, es más antiguo que el jefe del Ejército y permaneció en el puesto por razones operativas.
En el ámbito militar, cuando un oficial antiguo es sobrepasado en cargo y jerarquía por uno más moderno, máxime si se trata del conductor del arma, la costumbre indica su pase a retiro. Con Berredo no ocurrió.
Necesidades del servicio en el puesto de comandante Operacional son misiones en curso como el despliegue para recuperar nacionales ante el conflicto israelí, la operación Mano Amiga de ayuda en las inundaciones del sur de Brasil y el apoyo a la comunidad afectada por las intensas nevadas registradas en el sur del país lo mantuvieron en actividad.
La noticia de su apartamiento a partir de trascendidos habría molestado al general. La razón lo asiste. Sin deméritos más que el exceso de antigüedad, enterarse de oídas que no estaba en la lista dictaminada parece una medida de estilo soviético.
El trámite del Senado también dio luz verde a más de 300 oficiales de las tres fuerzas que accederán a la categoría de oficial superior.
En el caso del Ejército hubo uno en suspenso, el del coronel Pablo Francisco Depalo, sancionado en mayo pasado por un ritual castrense en el que se bañó con sidra y cal viva a quienes finalizaron el curso de paracaidistas.
Esa tradición, vista ahora como un exceso, llegó a esa calificación porque por razones que son materia de sumario, en lugar de harina de práctica habitual, se utilizó cal.