“Soy alguien que odia en serio la vida humana y mataría de nuevo”, decía la carta que escribió Aileen Wournos ante la Corte Suprema de Justicia de Florida a fines de 2001. En ese momento, se la había acusado de matar a seis hombres, aunque también se sospechaba de una séptima víctima.
La mujer de 45 años se había convertido en una de las asesinas seriales más temidas de los Estados Unidos, ya que atacaba a sus víctimas en medio de la ruta. Su modus operandi era siempre el mismo: los seducía, les disparaba, les robaba sus pertenencias y luego tiraba sus cuerpos a un descampado.
No fue hasta el juicio que un psiquiatra que la evaluó reveló la motivación por la cual llevaba a cabo sus crímenes: en cada ocasión que Aileen Wournos apretaba el gatillo, siempre recordaba a su abuelo que la había abusado sexualmente durante su infancia.
Una vida de abusos
Aileen Carol Wournos nació el 29 de febrero de 1956 en la localidad de Rochester, en Michigan, Estados Unidos. Sus primeros años se vieron rodeados de situaciones llenas de violencia, ya que nunca conoció a su padre y su madre la abandonó cuando cumplió los cuatro.
Su suerte no cambió cuando empezó a vivir en la casa de sus abuelos maternos. Allí, sufrió maltrato y múltiples golpes por parte de su abuela, que era adicta al alcohol. Incluso, recién a los doce años, Aileen y su hermano, Keith, descubrieron que las personas con las que vivían no eran sus padres biológicos.
Wuornos también fue abusada en reiteradas ocasiones por su abuelo, que era pedófilo y la amenazaba con pegarle con un cinturón si no obedecía a sus órdenes. Estos episodios marcaron la vida de la adolescente que, posteriormente, se enamoró de un hombre mucho mayor que ella y quedó embarazada a los 15 años.
Luego de haber dado a luz a un hijo que entregó en adopción, su familia la echó de la casa y Aileen comenzó a vivir en diferentes refugios para personas en situación de calle. Poco tiempo después, se dedicó a la prostitución para sobrevivir.
Durante los años posteriores, Wuornos tuvo algunos encuentros con la Policía por diferentes casos de asaltos, robo de vehículos y alteración del orden público. Fue multada varias veces por delitos menores y hasta llegó a ir a la cárcel por un corto lapso de tiempo.
La asesina de la carretera
A fines de abril de 1986, la vida de Aileen Wuornos dio un giro de 180 grados al conocer a Tyria Jolenne Moore, una empleada de un hotel de la que se enamoró en un bar gay en Daytona Beach, en Florida. Ambas comenzaron a salir y mantuvieron una relación intensa, al punto de que Moore dejó todo atrás para convertirse en una delincuente como su pareja.
Como Thelma y Louise, Aileen y Tyria escapaban de la Justicia luego de robarle a los camioneros que se desmayaban por el alcohol en los bares de la ciudad. Su historia continuó de la misma forma hasta 1989, cuando Wuornos llevó la violencia a un siguiente nivel.
El 30 de noviembre de ese mismo año, Richard Mallory, un electricista de 52 años, desapareció. Debido a su consumo constante de alcohol y encuentros frecuentes con prostitutas, su ausencia no alarmó a sus allegados. Pero todo cambió cuando unos jóvenes descubrieron su cuerpo envuelto en una alfombra en un bosque cercano a Daytona Beach. Tenía tres disparos en el pecho de un revólver calibre 22.
Un año después, el 1 de junio de 1990, se descubrieron los restos de otro hombre que había sido asesinado de seis disparos. El cuerpo de David Spears fue encontrado en los bosques del condado de Citrus, y el arma utilizada en el crimen era del mismo calibre. Mientras los forenses realizaban la identificación, se halló un tercer cadáver con nueve tiros, perteneciente a una víctima masculina de cuarenta años. Solo habían pasado cinco días desde el segundo asesinato.
El cuarto homicidio ocurrió el 4 de julio, cuando Peter Siems (65) desapareció en un viaje de Florida a Arkansas. Algunos testigos dijeron haberlo visto levantar a dos mujeres que hacían “dedo” en la ruta, una rubia y otra de pelo castaño oscuro. La primera presentaba una herida, y cuando encontraron su auto un mes después, se pudieron obtener huellas. Gracias a estos testimonios, se difundieron los retratos de las sospechosas, aunque nadie pudo identificarlas.
Durante el año siguiente, aparecieron seis víctimas más en circunstancias similares: hombres de mediana edad, con disparos en el pecho y abandonados en descampados. En todas las escenas de los crímenes se encontraban los mismos indicios: vainas de una pistola calibre 22, preservativos y signos de robo.
La traición
Para principios de los 90, la pareja se separó por las constantes peleas que mantenían y que muchas veces se tornaban violentas, y Moore se fue a vivir a Pensilvania con su hermana. En ese punto, fue hasta donde la rastreó la Policía y la acusó de múltiples delitos. Sin embargo, los agentes le dijeron que si confesaba en contra de Wuornos, se le iba a conceder la inmunidad.
Así fue cómo Tyria terminó declarando que había sido forzada a participar de asaltos por parte de su pareja y que ella había asesinado a varios hombres. Con este testimonio, los policías detuvieron a Aileen Wuornos el 9 de enero de 1991.
En su declaración, Wuornos admitió los asesinatos, aunque aseguró que fueron en “defensa propia”, ya que sus víctimas habrían intentado violarla mientras ejercía la prostitución en las rutas de Florida.
Finalmente, el 27 de enero de 1992, la Justicia la declaró culpable del delito de homicidio en primer grado y la sentenció a la pena de muerte. Durante diez años, esperó su ejecución en una prisión de Florida, hasta el 9 de octubre de 2002, fecha en la cual se le dio la inyección letal.
“Sólo quiero decir que estoy navegando en el Rock y que voy a volver con Jesús, el 6 de junio, como en la película Indepenence Day, en una enorme nave nodriza y todo eso. Volveré”, fueron sus últimas palabras.
Fuente: TN