La primera audiencia finalizó con el duro testimonio del padre de Fernando Báez Sosa, que hizo llorar hasta a los agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense.
Silvino narró ante los jueces que cuando, finalmente logró ir a reconocer a su hijo, “fue duro porque una parte de mi estaba tirada en una bandeja de acero inoxidable con la cabeza reventada”. Y continuó: “Estaba chorreando sangre por todos lados. No lo podía tocar”. Era estremecedor el relato del papá de Fernando a este punto de su testimonial.
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“Señores jueces, acá están escuchando el relato de un padre que ha perdido todo: ha perdido la felicidad, las ganas de vivir, de luchar, y perdió lo mejor de todo, que es el abrazo de su hijo. Durante mucho tiempo tuve una enfermedad en los riñones e hice un año y seis meses de diálisis. Me costó tanto… pero abría la puerta de casa y Fernando se colgaba de mi cuello: ‘¿Cómo estás papa?’, me decía. Y ese tipo que venía muerto de la diálisis terminaba mas vivo que nunca con el abrazo de su hijo. ‘Cuando sea grande te voy a dar mi riñón…', me decía.
Con su relato Silvino hizo llora a varios en la sala, entre ellos, los guardias de seguridad que escoltaban a los imputados. Luego, se levantó y salió del recinto. El juicio se reanuda este martes.
El viaje eterno a Villa Gesell tras la noticia de la muerte de Fernando
Silvino recordó que, luego de que la vida se les partiera a pedazos tras enterarse de la muerte de su hijo, enseguida ambos viajaron a La Costa: “Duró como ocho horas porque era cerca del cambio de quincena. Llegamos a la fiscalía, me acerqué al mostrador y vi el documento de mi hijo”. Y rememoró el dolor cuando pidió ver el cuerpo de Fernando: no se lo permitieron. “Está a cargo de la Justicia”, le contestaron.
Silvino, al igual que Graciela, reflota frente a los jueces del tribunal los días felices de los fines de semana junto a Fernando: “Almorzábamos tipo 14, cuando él volvía de jugar a la pelota. Fernando era un chico de la casa”. Destaca que su hijo era tímido y cuenta que, a pesar de eso, logró hacerse de muchos amigos cuando se cambió de colegio. “En mi vida me imaginé que podía pasar algo así. Pero estamos acá con Graciela por Fernando”.
Entnces, Burlando le pide que recuerde cómo fue que se enteró del crimen de su hijo: “Yo iba a trabajar. Graciela se levantó antes que yo. Yo estaba dando vueltas en la cama y sonó el teléfono: era una señora amiga o conocida de Graciela que llamaba de Villa Gesell. Yo la escucho decir: ‘No sé nada, ¿qué paso’. Graciela se cambió y me dijo que nos preparáramos para ir a ver a Fernando. En ese ínterin, sonó el teléfono y ella me pasó: ‘Soy el comisario Rosales lo estoy llamando desde Villa Gesell. Su hijo murió en una riña’. Yo no lo podía creer, porque Fernando nunca tuvo problemas con nadie, no tiene ni un enemigo. Retrocedí un segundo y Graciela me dijo: ‘¿Qué paso?’. No podía mentirle. ‘Nos mataron a Fernando’, le dije. Y ella me pegó cómo cinco puñaladas en el pecho. ‘Vos me estás mintiendo’, me decía”.
La palabra de la madre
“Para nosotros, los sábados y domingos eran sagrados. Éramos felices. Compartíamos en familia. Él se iba a fútbol, los sábados, y cuando estaba por llegar, me avisaba para que fuera calentando la comida. Ahora todo cambió para nosotros. Este dolor es eterno. Soy una persona muy infeliz. Fernando… mi Fernandito era la alegría de mi vida”, recordó Graciela.
Mientras la voz se le cortaba por el dolor y el llanto, la mujer explicó que no entiende por qué les pasó esto: “Me siento a veces culpable de haberlo enviado a ese lugar, pero también se merecía esas vacaciones con amigos. Antes de viajar le dije que se cuidara y que no confiara en nadie. Ese día me dijo: ‘La maldad no existe’”. Fue entonces cuando Graciela pidió un vaso de agua. Tras agradecerle al tribunal por escuchar, se abrazó con su abogado Fernando Burlando. Fue allí cuando miró a los imputados por el crimen de su hijo y dejó la sala.
“Soy una mujer acabada. Sin ganas de vivir"
“Siento que mi corazón sangra todo el tiempo. Ojalá hubiera un remedio para calmar tanto dolor”, se sinceró la madre de Fernando mientras su duro relato estremecía a la sala.
“Nunca creí que mi hijo iba a ser velado en su colegio, donde él siempre decía que iba a ayudar como agradecimiento. Fer nunca discriminaba a nadie como él ha sido discriminado. No le tuvieron piedad. Me duele tanto lo que le hicieron. Lo llamaban negro. No era así, era mi príncipe. ¿Con qué derecho le arrebataron la vida a Fernando? Me quedé sin nada. No tengo razón para vivir. Quisiera retroceder el tiempo para recuperar a mi hijo. ¿Saben lo doloroso que es ir al cementerio, tomar la foto de Fer, hablarle y no tener respuesta? Las ganas de querer sacarlo un rato de ahí… Fernando está encerrado en un ataúd: no lo voy a recuperar nunca. Quiero tener un poco de paz en mi corazón”, expresó en llanto.
“Soy una mujer acabada. Sin ganas de vivir. No sé de dónde saco la fuerza pero sigo”, exclamó Graciela. Y contó: “Cuando despedí a mi hijo para irse de vacaciones con los amigos, nunca pensé que iba a ser el último abrazo. Extraño muchísimo a Fernando. Van a ser tres años. Para mí es como que el tiempo se detuvo y siento que fue ayer cuando recibí la peor noticia de mi vida. A veces tengo ganas de que venga alguien y me diga que no es verdad. Pero lastimosamente no es así: Fernando está muerto”.
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