El uso inapropiado de los dispositivos electrónicos puede afectar la salud psicofísica de los niños y adolescentes. Mucho se habla del tema en los últimos tiempos, en relación a la edad en la que conviene dar el primer celular a los menores o cómo su uso en el ámbito escolar dificulta el aprendizaje e impide la interacción social.
¿Pero el efecto puede asemejarse con el de las drogas? Ya en 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) 11 la adicción a los videojuegos y utilizó el término “uso problemático” para internet y redes sociales.
Sin embargo, si de ahondar en la problemática se trata, la dependencia del celular no es solo un tema de los adolescentes; también es una dificultad presente en los adultos. Pero es verdad que los más chicos a menudo tienen dificultades importantes para desconectarse de sus teléfonos celulares, lo que se debe a una combinación de factores psicológicos y sociales.
“En esta etapa del desarrollo, la necesidad de conexión social es fundamental. El celular ha reemplazado las interacciones tradicionales en lugares como clubes o plazas, fomentando una dependencia en la que los jóvenes sienten la imperiosa necesidad de verificar constantemente la presencia de sus amigos en línea o estar al tanto de lo que ocurre en tiempo real, especialmente en reuniones a las que no fueron invitados”. Así comenzó a analizar el fenómeno consultada por Infobae, la médica psiquiatra infanto juvenil y directora del Departamento Infanto Juvenil Ineco Andrea Abadi (MN 76.165).
Para ella, además, “muchos adolescentes vinculan su sentido de pertenencia a un grupo y su autoestima con el número de ‘me gusta’ o visualizaciones que obtienen en sus publicaciones. Esta situación puede generar serias dificultades en su autoestima y propiciar una búsqueda constante de validación externa”.
¿Es correcto hablar de adicción?
Pese a lo impactante que equiparar el uso del teléfono celular con la adicción a las drogas puede resultar, la médica pediatra especialista en usos y efectos de las tecnologías de información y comunicación en niños y adolescentes y presidente de la Subcomisión de Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), Silvina Pedrouzo (MN 86.397) sostuvo que “se define como consumo problemático a aquella conducta que no se puede controlar y que afecta negativamente, ya sea en forma ocasional o sostenida en el tiempo, la salud física, psíquica y las relaciones sociales de las personas”.
Para Abadi, “el fenómeno de ‘adicción’ al teléfono móvil se desarrolla de manera progresiva a través de un uso repetido y compulsivo, en el que el individuo comienza a priorizar el tiempo dedicado a actividades en línea sobre otras tareas significativas”.
La experta citó a los psicólogos Daria Kuss y Mark Griffiths, de la Universidad Nottingham Trent, en el Reino Unido, para quienes “la exposición continua a estímulos digitales puede inducir una dependencia psicológica que afecta negativamente la vida cotidiana”.
Matías Dalla Fontana es licenciado en Psicología (MP 754) y ex subsecretario nacional de Prevención, Investigación y Estadísticas en materia de drogas y ante la consulta de este medio consideró que “hay condiciones desde el lado del objeto y condiciones por el lado del sujeto que, por definición esencial, impiden que el niño o el adolescente dejen el celular, es decir, que se autolimiten con eficiencia”.
En su mirada, “el celular está diseñado en cierto modo para no ser soltado. Y el momento adolescente, en su formato ‘de fábrica’, por así decirlo, está diseñado como momento vital para hacer una guerra interna y externa contra los impulsos: no puede solo. “Freud habla, en un punto liminar de su obra, de la necesidad de un adulto experimentado que apuntale para ligar con la puesta de legalidades el tsunami de energía que supone el desvalimiento del niño”, agregó.
En este punto, Pedrouzo sumó que “para que los jóvenes desarrollen este tipo de conductas o adicciones del comportamiento, deben coexistir múltiples factores que incluyen cierta predisposición genética, asociado a un complejo de vulnerabilidad a nivel psicológico y social, que sumado al estímulo proveniente de las interacciones en los entornos digitales, desencadenan la liberación de dopamina a nivel cerebral, un neurotransmisor ligado al placer y a la gratificación instantánea, que refuerza el comportamiento que produjo esa sensación placentera”.
Este refuerzo positivo puede desencadenar un ciclo de búsqueda continua de placer, lo que puede llevar a patrones de uso compulsivos y persistentes. Los jóvenes suelen estar más expuestos a riesgos porque a nivel cerebral tienen un desbalance entre la inmadurez del control de los impulsos y la mayor sensibilidad a las recompensas.
Si hay adicción, entonces estar sin celular, ¿genera abstinencia?
Un artículo recientemente publicado y del que Pedrouzo fue autora señaló que “las adicciones conductuales comparten las características clínicas de las adicciones a sustancias”, y en ese sentido, menciona a la abstinencia como las “manifestaciones físicas y psíquicas desagradables al discontinuar el consumo”.
En coincidencia con ella, Abadi remarcó que otras investigaciones recientes indican que “el uso excesivo del celular puede desencadenar síntomas de abstinencia similares a los que se observan en personas con adicciones a sustancias”. Un estudio de 2021 señaló que “los usuarios problemáticos de teléfonos inteligentes pueden experimentar ansiedad, irritabilidad y anhelo cuando no tienen acceso a sus dispositivos”.
Este fenómeno -según la psiquiatra- “se debe a la activación del sistema de recompensa en el cerebro, donde la liberación de dopamina genera sensaciones placenteras asociadas con el uso del celular. Además, la dopamina liberada al recibir notificaciones o interacciones en línea refuerza este comportamiento, estableciendo un ciclo de recompensa que complica aún más la desconexión”.
“Desde el punto de vista de lo que se aparece fenoménicamente, ocurren un conjunto de hechos en el adolescente y su entorno que son homólogos al síndrome de abstinencia -aportó al respecto Dalla Fontana-. Esto está narrado, lo cuentan las familias en la clínica con niños y padres. Las consecuencias en el corto plazo se están corroborando en las conductas del sueño, de la atención escolar, de la motivación para sostener objetivos de mediano y largo plazo que requieren, por ejemplo, el aprendizaje deportivo o artístico”.
Es importante tener en cuenta que no en todos los jóvenes que interactúan en las redes, se desarrollan comportamientos adictivos, en algunos casos se desencadena un consumo problemático en forma ocasional. “Solamente en aquellos más vulnerables se determina un patrón de comportamiento abusivo, crónico y sostenido, que es lo que define las adicciones”, aclaró Pedrouzo.
Estrategias para padres: cómo fomentar un uso saludable de la tecnología
Los adolescentes están en una etapa de desarrollo donde están aprendiendo a gestionar sus emociones y relaciones. No siempre están completamente preparados para lidiar con las complejidades que surgen del consumo digital.
Por eso es fundamental que reciban orientación sobre cómo establecer límites saludables en su uso del celular. De allí que para Abadi, “los padres juegan un papel crucial en guiar a sus hijos hacia un uso saludable de la tecnología”.
En ese sentido, algunas estrategias brindadas por los especialistas a estos fines incluyen:
- Establecer límites claros. Definir horarios específicos para el uso del celular.
- Destinar espacio y tiempo en familia libre de tecnología. Fomentar las actividades deportivas, artísticas y los encuentros pro-sociales.
- Promover prácticas como “tiempos sin tecnología” o “zonas libres de dispositivos” para equilibrar el tiempo frente a la pantalla con actividades offline.
- Modelar comportamientos saludables. Los padres deben ser ejemplos en su propio uso tecnológico.
- Dialogar abiertamente. Mantener conversaciones sobre los riesgos asociados con el uso excesivo del celular y fomentar la conciencia sobre el tiempo de pantalla, la calidad del contenido consumido y las interacciones en línea.
- Utilizar aplicaciones de control parental. Estas herramientas pueden ayudar a monitorear y limitar el tiempo frente a la pantalla.
- Fomento de habilidades sociales. Ayudarlos a desarrollar habilidades para manejar conflictos en línea y fomentar interacciones cara a cara.
- Estar atentos. Observar si pasan largas interactuando en las redes sociales, y cuando se les restringe el acceso a los dispositivos tecnológicos, presenta repercusión en el estado de ánimo como ansiedad o irritabilidad.
- Brindarles confianza. Que sepan que pueden pedir ayuda si la necesitan, sin sentirse juzgados.
Fuente: Infobae