Las demencias se definen como un grupo de enfermedades que causan un deterioro progresivo de las funciones mentales superiores y afectan la autonomía del individuo. La prevalencia de demencia está en aumento, por lo que es crucial enfatizar la prevención.
Aunque no podemos garantizar la completa ausencia de demencia, adoptar ciertas medidas puede ayudar a retrasar su aparición o reducir el riesgo. De acuerdo con una publicación reciente en la revista The Lancet, hasta un 45% de los casos de demencia podrían ser potencialmente prevenibles si se abordan y tratan todos los factores de riesgo asociados a lo largo de la vida.
A continuación, presentamos algunas recomendaciones útiles para reducir el riesgo de deterioro cognitivo:
Realizar controles de audición si se sospecha de hipoacusia (pérdida de audición) y consultar con un profesional para evaluar la necesidad de dispositivos auditivos es fundamental.
Aproximadamente el 20% de la población presenta algún grado de pérdida auditiva relacionada con la exposición al ruido. La severidad y duración de la hipoacusia se han asociado con un mayor riesgo de demencia, posiblemente debido a la menor estimulación sensorial y el aislamiento social que puede causar.
Mantener una dieta adecuada, idealmente bajo la supervisión de un nutricionista, y realizar ejercicio frecuentemente pueden ayudar a controlar el colesterol. Investigaciones recientes indican que el aumento de colesterol puede estar asociado con un mayor riesgo de demencia, especialmente en personas menores de 65 años.
Usar equipo de protección y evitar hacer ejercicio inmediatamente después de un traumatismo en la cabeza pueden prevenir daños cerebrales. Los traumatismos encefalocraneanos, a menudo causados por accidentes, caídas o violencia, pueden predisponer al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. El consumo de alcohol, que afecta negativamente al cerebro, también es un factor contribuyente.
La relación entre depresión y demencia es bidireccional: la depresión puede ser un síntoma de demencia o una causa de la misma. Mantener una vida social activa y participar en actividades sociales semanales puede reducir el riesgo de deterioro cognitivo, con un impacto potencial de hasta un 5%.
El sedentarismo afecta tanto la salud física como la cognitiva. Realizar ejercicio regularmente puede reducir el riesgo de demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer, a través de cambios en el flujo sanguíneo cerebral que mejoran la plasticidad neuronal. Este hábito saludable debe adaptarse a las capacidades individuales y mantenerse a lo largo del tiempo.
Adoptar estas estrategias puede contribuir significativamente a la prevención del deterioro cognitivo y promover una vida saludable durante la adultez.
Fuente: Infobae