La miel es un producto biológico tan complejo como nutritivo, ya que sus propiedades varían en función de su zona de origen, clima o flora, como explica la Fundación Española de Nutrición (FEN). Aunque tradicionalmente se ha utilizado para tratar una variedad de afecciones gracias a sus propiedades medicinales, investigaciones recientes han comenzado a arrojar luz sobre su impacto positivo en la salud del hígado.
El hígado es el órgano responsable de numerosas funciones esenciales, como la desintoxicación del cuerpo, la producción de bilis para la digestión, y el almacenamiento de vitaminas y minerales. La salud hepática es, por tanto, fundamental para el bienestar general, y la miel puede desempeñar un papel importante en su mantenimiento y protección.
Uno de los beneficios más significativos de la miel para el hígado es su capacidad para reducir un marcador clave de la enfermedad del hígado graso no alcohólico (EHGNA). Esta enfermedad, caracterizada por la acumulación de grasa en las células hepáticas, es una de las afecciones hepáticas más comunes en el mundo, especialmente en los países desarrollados. El consumo de miel puede ayudar a reducir los niveles de grasa en el hígado, disminuyendo así el riesgo de desarrollar EHGNA o ralentizando su progresión en quienes ya la padecen.
La miel también es rica en antioxidantes, unos compuestos que juegan un papel crucial en la protección del hígado frente a los radicales libres. Los radicales libres son moléculas inestables que se generan como subproductos del metabolismo y pueden causar daño celular, incluyendo daño al tejido hepático. De hecho, este órgano es particularmente susceptible al estrés oxidativo, ya que es el principal órgano encargado de descomponer toxinas, lo que a menudo produce radicales libres. Los antioxidantes presentes en la miel, como los flavonoides y los ácidos fenólicos, neutralizan estos radicales libres, reduciendo el daño oxidativo y ayudando a prevenir enfermedades hepáticas crónicas.
Un componente especialmente interesante de la miel es el metilglioxal (MGO), un compuesto que ha sido objeto de varias investigaciones gracias a sus efectos hepatoprotectores. El MGO es más abundante en la miel de Manuka, una variedad de miel originaria de Nueva Zelanda que se ha ganado la reputación de ser beneficiosa para la salud. Así, el MGO puede ayudar a proteger el hígado de diversas formas, incluyendo la reducción de la inflamación y el estrés oxidativo, así como la mejora de la función hepática en general. Este compuesto actúa directamente sobre las células hepáticas, promoviendo su regeneración y previniendo el daño a largo plazo.
Además de sus propiedades antioxidantes y hepatoprotectoras, la miel también es conocida por ser un edulcorante natural que contiene prebióticos, que son fibras no digeribles que promueven el crecimiento de bacterias intestinales beneficiosas. Una microflora intestinal saludable es esencial no solo para la digestión, sino también para la salud del hígado. Esto se debe a que el hígado y el intestino están estrechamente interconectados a través del eje intestino-hígado, y las bacterias intestinales juegan un papel crucial en este vínculo.
Una flora intestinal equilibrada ayuda a prevenir la translocación bacteriana y la endotoxemia, dos factores que pueden desencadenar inflamación hepática y contribuir al desarrollo de enfermedades hepáticas como la EHGNA. Al fomentar una microflora intestinal saludable, la miel puede, por lo tanto, contribuir indirectamente a la protección del hígado.
Fuente: Infobae