Corea del Sur fue testigo de una serie de crímenes entre 2003 y 2004 que dejó paralizado a todo el país. Es que Yoo Young-chul, un hombre de Seúl, cometió más de 20 homicidios con una brutalidad que llegó a instalar el debate sobre la pena de muerte.
A pesar de que el “asesino del impermeable”, como lo apodaron más tarde por la ropa que llevaba el día de su detención, aparentaba ser un padre de familia, su vida estuvo atravesada por la delincuencia mucho antes de convertirse en lo que la sociedad surcoreana consideró “un monstruo”.
Young-chul fue condenado en 14 ocasiones por diversos delitos, desde robos hasta agresiones, lo cual lo llevó a pasar siete años en prisión. Sin embargo, no fue hasta septiembre de 2003 que cometió los crímenes más macabros de la historia del país.
En un principio, atacaba a millonarios y su modus operandi consistía en meterse a sus casas para asesinarlos a golpes en la cabeza con un martillo. En algunos casos, intentó simular que era un robo seguido de homicidio, pero la realidad es que a Young-chul no le interesaba llevarse dinero u objetos de valor. Esto puso en jaque a las diferentes hipótesis que elaboraron los investigadores y fue una de las mayores dificultades para el avance de la causa.
Pese a ello, en marzo de 2004, el “asesino del impermeable” cambió de preferencia en sus víctimas. A partir de ese momento, decidió invitar a masajistas y a trabajadoras sexuales a su casa con la excusa de que contrataba sus servicios.
Pero, lejos de ser ese su único objetivo, después de tener relaciones sexuales con ellas, las golpeaba, las descuartizaba y escondía los restos en las montañas cercanas al templo Bongwonsa, al oeste de Seúl.
Durante semanas, Young-chul sembró el terror en la sociedad y la incertidumbre en los policías que trabajaban en el caso, ya que no se lograba esclarecer el móvil de los crímenes. Si bien en un primer momento no se tenía en cuenta que era un asesino serial, los investigadores ataron cabos y aclararon sus sospechas.
Fue el propietario de una sala de masajes el que finalmente resolvió el misterio, después de que Young-chul llamara al local con el celular de una de sus víctimas. Así fue que él y una de sus empleadas acudieron a su casa junto a la Policía para detenerlo.
El homicida se escapó de la comisaría a la que lo habían trasladado, aunque fue recapturado 12 horas más tarde mientras caminaba por la calle.
Una macabra confesión y un juicio conflictivo
Una vez que quedó a disposición de la Justicia, Young-chul confesó haber matado a 26 personas, aunque sólo se pudieron confirmar 20 crímenes durante el juicio. Pero, entre sus confesiones más escalofriantes, aseguró haberse comido partes del hígado de algunas de sus víctimas.
Explicó los motivos que lo llevaron a cometer semejantes actos y, frente a las cámaras de televisión, argumentó de manera estremecedora: “Las mujeres no deben ser prostitutas y los ricos deberían saber lo que han hecho”.
Los peritos encontraron en su departamento varios elementos que les permitieron establecer que Young-chul pudo haber imitado sus asesinatos basados en películas violentas como Public Enemy y Very Bad Things. También admitió haberse inspirado en el caso de Jeong Do-yeong, un asesino en serie surcoreano que mató a nueve personas millonarias entre 1999 y 2000.
El juicio contra Young-chul empezó el 6 de septiembre de 2004 y, desde el inicio, mostró una actitud desafiante, en la que se negó a defenderse y afirmó que haría todo lo posible para boicotear el proceso judicial. Incluso, en una de las audiencias, intentó atacar a los jueces, y en otra, se lanzó contra un civil que lo insultó. Además, pretendió suicidarse la noche previa a una sesión judicial.
El 13 de diciembre de 2004 fue condenado a muerte por 20 asesinatos. Pero, a pesar de que la pena de muerte está permitida en Corea del Sur, no se aplica desde 1997, por lo que su caso reinstaló un debate nacional sobre la necesidad de abolirla o reforzarla. En la actualidad pasa sus días en una cárcel de Seúl.
Fuente: TN