Un joven de 20 años había sufrido un fuerte golpe en su cabeza durante su adolescencia, pero no le dio importancia, ya que no le había tenido ninguna consecuencia inmediata. Sin embargo, al poco tiempo de aquel accidente comenzó con dolores de cabeza recurrentes, convulsiones y lo que parecía un resfrío continuo.
Durante seis años estuvo con estos síntomas, hasta que un día fue al médico y una tomografía revelo que aquel golpe le había generado un encefalocele traumático, una afección en la que la materia cerebral se escapa a través de aberturas en el cráneo, en este caso, la cavidad nasal.
De esta forma, el joven vivió todos esos años con una secreción nasal continua, la que creía que era un resfrío. Cansado de ello fue al médico en donde le diagnosticaron encefalote, ya que tenía una parte de su cerebro sobresaliendo de la parte superior de su nariz y le revelaron que aquella secreción en realidad era líquido cefalorraquídeo (LCR). Ante esto le dijeron que debía operarse, pero no quiso.
Al poco tiempo volvió y accedió a la intervención quirúrgica, en donde volvieron a colocar el tejido y la materia que se había filtrado a través de su cavidad nasal nuevamente donde correspondía.
El médico también reparó el cerebro dañado y utilizó cemento y pegamento de grado médico para reconstruir la base del cráneo que se había fracturado. Gracias a esto, el joven logró recuperarse y poco a poco los molestos síntomas fueron desapareciendo.